Diferencia entre la crema de efecto calor y frío, y cuándo usar cada una

Si hay una práctica social que se ha popularizado en el mundo contemporáneo es el ejercicio físico y los deportes. Si bien son actividades que se han realizado desde muy temprano en la historia de la humanidad, nunca, como ahora, se habían generalizado tanto.

Hoy, los medios de comunicación nos bombardean con los beneficios de realizar ejercicios diariamente o practicar algún deporte, y, en consecuencia, un alto porcentaje de las personas realizamos algún tipo de actividad física con fines de ejercitarnos.

Ahora bien, hacer ejercicio o practicar un deporte tiene sus procedimientos y técnicas, lo cual incluye el debido calentamiento muscular antes de entrar en la actividad propiamente dicha.

Sin ello, corremos el riesgo de sufrir un desgarre muscular, una contractura o cualquier otro doloroso percance que afecte a nuestro sistema músculo-esquelético. De igual forma, al finalizar la actividad física, nos enfrentamos a posibles dolores y tensiones, producto del esfuerzo realizado.

Es aquí donde entran en juego las llamadas cremas de efecto calor y cremas de efecto frío. Claro está que estas cremas también cumplen un papel ante problemas musculares surgidos fuera del ámbito deportivo.

En todo caso, existe toda una polémica sobre el papel de uno u otro tipo de crema, su efectividad o cuándo usarlas.

Lo cierto es que son productos que contribuyen a nuestro bienestar físico y, por ende, emocional, facilitando nuestra vida diaria. Así que, veamos en qué consisten estas cremas, en qué se diferencian y cuándo debes utilizarlas.

El dolor muscular y el calentamiento previo

De entrada señalemos algunas cosas respecto a los dolores musculares en relación con una intensa actividad física.

En este sentido debemos entender que los músculos, así como los ligamentos, tendones y los tejidos blandos que unen los músculos a los huesos, llamados fascias, cumplen una función mecánica. Por tanto, están sometidos a tensiones y sobrecargas.

Esto, a su vez, puede generar lesiones, causando inflamación y dolor. Por lo que, para reducir las posibilidades de provocar una lesión, se lleva a cabo el calentamiento previo al ejercicio.

Este calentamiento, literalmente, busca calentar el sistema muscular, promoviendo la circulación sanguínea, lo que mejora la suplencia de oxígeno a los músculos y tejidos en general, al igual que desaloja sustancias de desecho que provocan inflamación.

De esta forma, los músculos y otros tejidos se hacen más flexibles y son menos susceptibles a lesiones. Sin embargo, aun con el calentamiento, una actividad física intensa puede generar dolor muscular.

En este contexto, se ha determinado que la temperatura incide en el estado del sistema músculo-esquelético. De tal forma que cuando se presenta inflamación y dolor, el calor y el frío contribuyen a su alivio. Siendo aquí donde entran las cremas de efecto calor y de efecto frío.

Cremas con efecto calor

Se trata de productos en forma de crema o gel cuyos compuestos activos promueven la vasodilatación y, por tanto, el aumento de la irrigación sanguínea de la zona donde son aplicados. Lo cual, a su vez, genera un aumento de la temperatura en dicha área.

Un ejemplo de estos compuestos es la capsaicina, una fosfoproteina presente en las plantas del grupo de los pimentones y guindillas. Esta sustancia se absorbe fácil y rápidamente por la piel, teniendo un efecto analgésico y anestésico.

El efecto positivo no proviene propiamente del aumento de la temperatura, el cual se produce a un nivel que difícilmente afecta significativamente a los músculos profundos.

Tal y como leemos aquí, proviene realmente del incremento en la afluencia de sangre hacia los capilares de la piel, lo que incrementa la oxigenación de los tejidos y, al mismo tiempo, acelera la evacuación de metabolitos secundarios y otras sustancias, que provocan inflamación, como el ácido láctico.

Además, sustancias como la capsaicina saturan el sistema receptor sensorial en la piel del área afectada, engañando a dichos receptores para que envíen una sensación de calor en la zona.

Por tanto, las cremas de efecto calor permiten una mayor flexibilidad muscular, preparándolos para las exigencias extremas del ejercicio. Por ello, estas cremas de efecto caliente se emplean en el calentamiento previo a actividades físicas.

Sin embargo, también son de utilidad en el control del dolor y la inflamación producido posteriormente.

Cremas de efecto frío

A diferencia de las anteriores, las cremas de efecto frío incluyen compuestos que tienen un efecto refrescante al ser aplicado sobre la piel. Esto es debido a que provocan vasoconstricción, es decir, el efecto contrario a las cremas de efecto caliente.

Al constreñirse los vasos y capilares de la piel, se reduce el flujo sanguíneo hacia la zona, lo cual provoca una disminución de la temperatura en el área. Entre las sustancias empleadas como principio activo en estas cremas está el mentol, presenta en los aceites esenciales de algunas plantas, como la menta.

A diferencia del ejemplo señalado en el caso de las cremas de efecto caliente (capsaicina), el mentol engaña a los receptores sensoriales de la piel para que envíen una señal de frío. Ese frío resultante tiene efecto desinflamatorio y analgésico.

Por tanto, estas cremas de efecto frío se aplican en áreas adoloridas o inflamadas producto de la actividad física. Puedes aplicarlas, luego de hacer ejercicios, para prevenir las agujetas, así como para evitar o disminuir el llamado dolor retardado.

Ese dolor que no aparece justo al terminar los ejercicios, pero, te ataca en las horas posteriores a una actividad física intensa.

Si bien tanto las cremas de efecto calor, como las cremas de efecto frío, ayudan a controlar el dolor e inflamación posterior al ejercicio, se ha comprobado que las de efecto frío son más efectivas en este caso.

Contraindicaciones

Recuerda que no debes aplicar estas cremas en heridas abiertas, piel irritada, casos de problemas circulatorios, ni sobre várices. Igualmente, debe evitarse el contacto con las mucosas, es decir, boca, nariz, ojos y otras zonas sensibles del cuerpo.